Velázquez dijo a temprana edad, que el prefería ser el primer pintor de las cosas comunes que el segundo en artes mas elevadas. Sin embargo, el cuadro de “Las Meninas”, es un grito (probablemente no desesperado pero sin duda catártico) hacia la necesidad de destrozar el molde rígido de la pintura “pre-pagada” monárquica artesanal.
“Las Meninas” forma parte de, si se quiere, la etapa final de Velázquez. La aparente trivialidad del tema es engañosa ya que Velázquez estuvo casi toda su vida reivindicando la superioridad de la pintura por encima de las actividades puramente artesanales entre las que estaba incluida; él consideraba la pintura como una actividad intelectual superior, cuyo momento importante no era el acto de pintar sino la idea, el concepto y el pensamiento previos al hecho mecánico de aplicar el óleo sobre el lienzo. En resumen, la superioridad del artista sobre el artesano.
Velázquez bien podría ser el precursor de la teoría conceptual del arte, en la cual no solo la belleza de la técnica y a ejecución son factores a degustar, sino también algún trasfondo surgido de la interpretación, reacción e interacción del espectador.
Es un decir anónimo que el artista no debe “explicar la intencionalidad de sus obras” pues, de hacerlo, no estaría logrando su propósito: lograr que la obra hable por sí sola. Sin duda alguna, “Las Meninas” ha establecido a lo largo de los últimos siglos, un debate. Ha logrado comunicar de la mejor manera posible: la individual. Cada espectador codifica a su manera el cuadro, pero dicha codificación está desde un principio controlada por Velásquez.
Muchos han debatido sobre “Las Meninas”. Físicos, teólogos, arquitectos, artistas, matemáticos, poetas. “¿Donde esta el cuadro?”, “Esta es la teología de la pintura”. Muchos han trazados rayas imaginarias, sólo para percatarse que el verdadero centro del cuadro son los ojos de la infanta Margarita y que los enanos de la parte derecha del cuadro encajan perfectamente en un triangulo perfecto. He aqui un vistazo muy ligero a algunas "interpretaciones" de las meninas, incluido uno de Picasso:
No hay duda, el cuadro es insuperable en cuanto a la técnica. Es una oda a la perspectiva. Pero es la interrelación tan estrecha entre lo pintado y lo real lo que hace esta obra única y precursora. Es la que separa, definitivamente, y redundando, al artista del artesano.
Velázquez era el pintor consentido de la realeza española. El rey Felipe VI fue su amigo personal y lo cobijó en su reino. Es interesante entonces, percatarse de que Velásquez, en lo que pareciese fuese otro cuadro por encargo de la familia monarca, hace una movida majestuosa en prácticamente succionar al espectador dentro del cuadro.
Velásquez está “preso” dentro de la tendencia artesanal de la pintura. Sus principales compradores, los que le han dado de comer durante años, son su familia. Por tener la suficiente confianza al ser uno más de la familia, y/o por la necesidad de expresar una angustia o inquietud que sólo esta en su alma, mas no en su “realidad concreta”, Velázquez, creador del cuadro, se encuentra irreversiblemente atado a su condición del “pintor de la familia real” y, encerrado en el cuadro, se muestra ligeramente interrumpido por su propia creación: la intromisión deseada del espectador en su obra.
Si hubiéramos llegado sigilosamente al cuadro (hecho que, a juzgar por las reacciones de los presentes en el salón, es así) segundos antes, hubiéramos observado a un grupo de meninas tratando de convencer a la infanta a que se uniera a sus padres en el cuadro que no vemos. O tal vez, junto a los enanos y la sirvienta, están tratando de no aburrir a la pequeña burguesa. Es una escena terriblemente cotidiana, aburrida, casi desesperante. Es entonces cuando los personajes se percatan de nuestra presencia, entre ellos el pintor, el cual emerge al dar un paso en diagonal hacia atrás y a su izquierda para observar “la novedad”: Nosotros, los espectadores.
Velásquez muestra, con las diferentes “visiones” casi laberínticas (el cuadro te mira a la vez que tu estas observando un cuadro donde el pintor por cierto te esta observando con ligera curiosidad mientras esta pintando un cuadro que no puedes ver, pero si puedes observar los modelos del cuadro en un espejo al fondo del cuadro, espejo que por cierto nadie ve...) que las miradas pueden llegar a ser infinitas. Sólo nosotros, en ese instante, estamos viendo a través del espejo, los verdaderos modelos del cuadro “oculto”. Nosotros tenemos la posibilidad y el poder de saber y ver que hay en realidad en el cuadro. Nosotros decidimos cual es su intencionalidad. Nosotros, solo nosotros, incluso podemos observar e inferir detalles que el propio pintor ha pasado por alto.
Si el psicoanálisis hubiera existido como teoría en 1640, de seguro la mayor aspiración consciente de Velázquez, hubiera sido lograr resonar en el inconsciente colectivo su postura ante el arte.
Sin embargo, el inconsciente colectivo, teorizable o no, siempre ha existido. Es innegable que a Goya, declarado “pupilo” de Velásquez, también tuvo, en una mayor y más dramática escala, la angustia por abandonar la pintura artesana y lograr la independencia creativa. La sordera y otras enfermedades fueron lo que lograron en él el desprendimiento definitivo. Las pinturas negras plasmadas en su “casa del sordo”, “Saturno devorando a sus hijos”, “El coloso de Rodas” y otras obras “finales” de Goya, reflejan la canalización bizarra de esta angustia artística.
Velásquez interrumpió su enésima pintura de Felipe VI para darnos la bienvenida con su cálida mirada. Ya el hizo mucho, logrando crear esa situación. Su mirada es de tensa calma. Pareciese estarse preguntando: “¿Hará lo que quiero que haga? ¿me logrará sacar de esta reiterativa y triste situación? ¿Entenderá su rol? ¿Entenderá acaso su presencia en esta sala? Si espectador, este soy yo, rodeado de la familia que adoro pero que me ha convertido en un artesano... ¿entiendes mi punto? ¿Te iras sin entender mi preocupación? ¿me darás la espalda para inmediatamente yo suspirar y seguir mi labor con este retrato?
No hay duda de que Velas quez se incrustó (con la misma intensidad con la que nos introdujo a nosotros a su mundo en esta obra) en ese gran imaginario creativo de los artistas posteriores.
Él, antes que muchos, expresó de una manera única, la necesidad de hacer entender el verdadero concepto del arte. Aquel concepto donde impera las reacciones y los sentimientos ante la razón pragmática. Donde el artista usa sus dones de FORMA no sólo para el deleite estético de otros sino para aderezar y significar contenidos de FONDO, donde esos otros completen su significado, reaccionando ante la obra.
7 comentarios:
Por otro lado, vean el trailer de Cyrano Fernandez, a ver que opinan:
http://www.cyranofernandez.com/en/trailer/index.php?id=trailer
bueno tu blog! Y sí, vi el post del baile, y la verdad no eres el único: todos los no bailarines hemos sido sometidos alguna vez al escarnio público del trencito.
falta la extraña carita feliz al lado del brillante comentario sobre el psicoanálisis....jajajajaja
"interpretaciones"..muchas...la de Picasso fue la INTERPRETACION!, ademas que fue un cuadro homenaje a Velazquez; fue un completo reto el ubicar una pintura que como dices, es la oda a la perspectiva, en una tendencia cubista, en donde su principal objetivo es la ausencia completa de la perspectiva, pero lo logró.
Muy bueno ese señalamiento de Picasso.
Este post me dió un puñetazo en toda la cara...
Sólo digo un sencillo porqué, los demás me los guardo: es VeláZquez... :-(
Ahi esta... usada de ambas maneras. Con "s" y con "z". esta aceptado.
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