Hace par de años, según Fabrizio, la “t-shirt” (teacher) Jenny Bustamante (aquella a la que NO le agradecemos en los créditos de Houdini) le hizo una edición censurante a un documental sobre la vida en el circo (Gasca o Valentinos, no recuerdo) que mi amigo y su grupo habían realizado, alegando algo así como que era “muy decadente y negativo”. Lo que quedó, entonces, fue prácticamente una descripción de la parte bonita del circo. Yo me quedé con las ganas de ver la edición original de ese documental.
Luego recordé.
Calculo que fue en 1990 o 1991. Yo era la “voz estelar” de un programa de radio infantil regional llamado “Chiquilladas”. De visita a la ciudad estaba el Circo de Los Valentinos con los ídolos nacionales del momento: Renato, Valentino y Polito.
Los Valentinos estaban en su mejor momento. No eran dos o uno y medio, como en la actualidad. Eran tres, mas el papá. Estaba Polito, sin duda el más popular de los tres. No se veían como adultos imitando a Barney el dinosaurio, sino como simpáticos niños sobreactuando y payaseando. No se llevaban a muchachas a los trailers deseosas de ser penetradas, sino que, máximo, se dejaban recibir piquitos y besitos en los cachetes, cuando nadie estaba viendo. Se bastaban con su buen humor y carisma. No como ahora, que tienen que apelar a otros talentos como trapecista, payaso profesional y domador de leones.
Estaban en la cumbre. Y mi adulta co-locutora y yo (Enrique y Ana en negativo y regionales) teníamos permiso para irlos a visitar en “su casa” para una entrevista radial. Se suponía que era todo un privilegio poder ir a entrevistarlos a su lugar, pues las cámaras de televisión no tenían acceso al lugar (ni siquiera Venevision).
Días antes habíamos entrevistado brevemente a los Valentinos en la radio. Polito no dejo de mirar hacia los lados nerviosamente. No supe si actuaba o lo hacía en serio. Valentino fue el mas centrado. Fue el que respondió casi todo certeramente. Renato estuvo casi toda la entrevista sentado en su silla con las manos en las piernas, la mirada fija hacia la pared, haciendo muecas y caras extrañas. Eran unos personajes inquietantes. Tenían aires de rockstars. Estaban sobrados. Sin embargo, a excepción de algunas “salidas” de Polito, no eran pedantes, pero si muy seguros de sí mismos.
A los dos días, llegamos al circo. Un señor muy anciano y con muy mal olor se nos acercó. Era nuestro guía. Si mal no recuerdo, no sólo era como “la nana” de los Valentinos, sino que también era su profesor. Los tres hermanos (Polito es primo hermano de Renato y Valentino, pero me referiré a los tres como “hermanos”) le hacían caso incondicionalmente.
Llegamos al trailer de los hermanos. Unas 12 niñas-muchachas estaban apostadas en la puerta llamándolos a gritos. Uno de ellos, Valentino, salió un momento, mitad harto de los gritos, mitad curioso por las muchachas. No bajo del trailer sino que las saludó y empezó a hacer malabares, arropado por los gritos de las muchachas-niñas. El anciano con mal olor, nuestro guía, le gritó salvajemente para que se metiera nuevamente en el trailer. El muchacho lo hizo inmediatamente, sin rechistar siquiera. Las muchachas lanzaron su “awwww, ¡sal!, ¡sal otra vez!”.
Entramos al trailer. No hay palabra que describa mejor el interior del lugar que de “chiquero”. Un penetrante olor a vomito recorría el húmedo y MUY oscuro lugar lleno de backings de madera. Dos catres fueron nuestros muebles. Uno para los Valentinos, otro para nosotros. El anciano se quedó afuera, espantando a las muchachas.
No recuerdo nada de la entrevista porque la atmósfera de ese momento me impactó. Los Valentinos estaban sin sus trajes habituales. Su postura y actitud era diametralmente opuesta a la del día en la radio. Miraban hacia al piso, como con pena. Tartamudeaban. Sus ojos me impactaron. Eran profundamente tristes. El mundo colorido, exitoso y famoso tenía su contraparte oscura, decadente y hasta estructuralmente miserable.
Sentí lastima en aquel momento por los Valentinos. Supongo que en mi mente infantil codifique todo aquello de una manera más dramática: Tres niños obligados a sonreír y payasear frente a las cámaras, que ni siquiera podían disfrutar de su éxito, pues un anciano carcelero les evitaba el contacto con sus fanáticas y los obligaba a leer, estudiar y a practicar sus actos. Y vivían en un infrahumano lugar. Y yo que juraba que ellos debían ser millonarios y vivir a sus anchas.
Hoy recordé eso sin ninguna razón aparente. He visto su pagina web y sus fotos. Renato y Valentino siguen siendo la cabeza del circo. Parecen felices. Polito es trapecista pero no está con los Valentinos. No hay registros actuales de su paso por este circo. Todo es Renato y Valentino ahora. Parece que el trato está hecho y todos parecen estar conformes con eso.
“¿Universidad o Circo?” siempre preguntaron los herederos de Jesús Fuentes Zabalsa y Maria Luisa Gasca (de esa unión de la década de los 30 han surgido prácticamente TODOS los circos famosos de América Latina, contando, entre otros a los de Los Hermanos Gasca y Los Valentinos) a sus hijos. “¡Circo!” es lo que, supuestamente, siempre contestaron.
Y yo recuerdo esa oscura entrevista. Quizás en aquel momento la pubertad y su exceso de hormonas estaban haciendo estragos en los Valentinos. O en mí. Quizás es común en los primeros años de la vida circense, sentirse ajeno a todo. Quizás yo debería dejar de ver “Carnivale” por HBO. Pero es que la vida del circo, esa dualidad “nómada-sedentaria” de los trailers sucios, el excremento de elefante, los algodones de azúcar y el aplauso del público siempre llamará mi atención.